jueves, 11 de octubre de 2007

El teatro de títeres y la educación

El teatro de títeres y la educación


Como los espectadores del teatro de títeres son, en su gran mayoría, niños, se suele pensar que este tiene solo una función pedagógica. Pero no hay ningún teatro -el de títeres tampoco- que deba subordinarse a unas supuestas metas educativas.

La “autonomía del teatro”; la “experiencia teatral” que quiere comunicar… Estas vivencias tienen que ver con la ilusión, con el “hacer como si”, con la transformación de las cosas. Mediante la intervención de personajes que hablan y actúan y mediante su propia perspectiva, el teatro influye al espectador, comunica sus sentimientos, su racionalidad y un mundo de vivencias visibles. Así, una obra teatral puede ser una ayuda orientativa para el comportamiento de cada cual en la vida cotidiana. Realiza afirmaciones, trata varios temas y expresa ideas; es, en suma, un foro abierto a la discusión.

Si se considera que eso es, en el sentido más amplio del término, un elemento “educativo”, entonces todo el teatro es educativo.

Los niños y el teatro. Muchos niños tienen su primera experiencia teatral, cuando menos en Alemania, al visitar un teatro de títeres. Y les asiste el derecho, tanto como a los adultos, de no ser ante todo educados por este teatro, sino de divertirse y aprender nuevas cosas sobre el mundo en el que están creciendo. Se trata de puro teatro, de una educación continuada, de una preparación para este “teatro” que une diversas artes: el movimiento, los colores, las formas, la música y el habla.

¿Por qué, entonces, un teatro de títeres para niños? No hay ninguna otra arte que acceda con tanta facilidad a los niños. El títere es más pequeño que los niños, de forma que estos no sienten detrás la presencia de los adultos. El personaje (sea el que sea: un Kásperle, un erizo, un oso…) le habla de tú a tú. Así, entre uno y otro surge una enérgica empatía vital, tanto corporal como espiritual. Es el proceso creativo: las representaciones teatrales se desarrollan delante del niño y que su fantasía participe y complete la historia. Poesía, música y baile pueden asentarse en el niño como un embrión que asegure un lugar para el arte durante su crecimiento. Para lograr esta fijación de una base teatral interactiva es imprescindible resultar atrayente a los niños y adolescentes. ¿El teatro de títeres al servicio de la educación? Puede ser, en efecto, en medio muy eficaz para la realización de determinados objetivos pedagógicos. Para la transmisión, profundización y experiencia activa de ciertos contenidos, los títeres y los muñecos son un puente ideal; estas figuras tan queridas por los niños pueden darlos consejos sobre, por ejemplo, una conducta vial segura, el cuidado higiénico de sus dientes, la pérdida del miedo a acudir al médico, la aceptación de los extraños, etc. En clases como las de lengua, el títere participa en la comunicación con la ventaja de ser “neutral”. Ello es especialmente adecuado en el aprendizaje de la(s) lengua(s) nacional(es) por parte de niños extranjeros.

¿Y qué decir de la educación artística? El notable componente escultórico del teatro de títeres exige el uso de la fantasía formativa y constructiva del alumno y desarrolla su experiencia visual. La fabricación de elementos lúdicos es perfecta para proporcionar una instrucción creativa sobre materiales, formas, funciones y movimientos. Mediante ella, además, el profesor puede aprender mucho sobre la individualidad de su pupilo y utilizar estos conocimientos para desarrollarla y para integrarse en su mundo cotidiano. Los problemas relacionados con la forma requieren, a su vez, que el niño dedique esfuerzo a las artes visuales y la estética, que desempeñan un papel esencial en la educación. Según Herbert Read, por último, sirve entre otras cosas para estabilizar la receptividad a la intensidad natural de la percepción y la sensación, así como la coordinación de las diversas artes entre sí y con el mundo exterior.

Además, en el teatro de títeres, el niño puede ser el intérprete. El rendimiento es el mismo que se obtendría si interpretara un papel como actor, pero con la ventaja de que el niño se introduce en una forma exterior dada con la que puede encariñarse, ya sea por su movimiento emocional o por la palabra. En este teatro, la capacidad interpretativa de los niños es mucho mayor que en otras formas; los títeres son atractivos, entre otras razones, porque por sí mismo ya son medio “papel”. De este modo, facilitan la introducción del niño en una personalidad extraña: cuando el intérprete es invisible, aparecen como desde un escondrijo. El teatro de títeres proporciona asimismo el placer de interpretar no uno, sino varios papeles: el bueno, el malo, etc. Con ello surge una sana competencia intelectual sobre la distribución de los roles, y de ahí una disponibilidad más elevada a la cooperación con el resto del grupo, así como una sensación de éxito colectivo, que alcanza a varios niños a la vez.

Hoy sabemos con certeza que es importante que el niño entre en contacto con el arte desde una edad temprana: ello favorece la posterior comprensión artística. Si falta este contacto temprano, se echan a perder en buena medida las posteriores posibilidades de relación con el arte.

Los padres tienen, por ende, un deber importante: mostrar a sus hijos un teatro de calidad profesional. El teatro de títeres es una de las iniciativas que puede permitir más fácilmente este acceso de los niños al mundo del teatro.

Traude Kossatz

Este artículo se publicó originalmente en el sitio del Berliner Puppenkoffer, de Uwe Kraus, Am Weinberg 1, 14715 Kriele, Deutschland. El sitio actual del grupo es: www.berliner-puppenkoffer.de.

© Traude Kossatz y Berliner Puppenkoffer, 1999-2007.
traducción © Can Titella, 2002

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